Nuevo aporte del Maestro Daniel León, que compartimos a continuación:
La Mirada Humanista
“Doscientos mil hombres y mujeres. Doscientos mil herreros, y armeros, y carniceros, y merceros, y joyeros, y amas de casa, y rameras, y monjes, y prestamistas, y soldados, y vagabundos, y los pocos intelectuales que aún quedaban, estarían ahora revolviéndose en sus camas con olor a chinches. Unos dormirían, otros harían el amor, otros calcularían mentalmente las ganancias, o llorarían, o rechinarían los dientes de rabia…
¡Doscientas mil personas! ¿Qué tenían en común aquellas doscientas mil personas para un forastero llegado de la Tierra?
El que casi sin excepción ninguno de ellos era aún una persona en el sentido actual de la palabra, sino tan sólo lingotes o piezas en bruto de los que los sangrientos siglos de la historia irían tallando poco a poco el verdadero hombre, libre y orgulloso.
Ahora eran pasivos, codiciosos, y extremadamente egoístas. Psicológicamente, casi todos ellos eran esclavos: esclavos de su fe, esclavos de sus semejantes, esclavos de sus pequeñas pasiones, esclavos de su codicia. Y si por un capricho de la suerte cualquiera de ellos naciera o se hiciera señor de sí mismo, no sabría qué hacer con su libertad. Se apresuraría a hacerse esclavo: esclavo de su riqueza, de sus antinaturales apetitos, de sus amigos depravados y de sus propios esclavos.
La mayoría de ellos no tenía culpa de nada. Eran demasiado pasivos y demasiado ignorantes.
Su esclavitud se basaba en la pasividad y en la ignorancia y esta pasividad y esta ignorancia hacían a su vez que se perpetuase la esclavitud.
Si todos fueran iguales sería algo desesperante. Y, sin embargo, serían personas, es decir, seres portadores de una chispa de inteligencia. Y esta chispa haría que constantemente, unas veces aquí, otras allá, se encendieran y prendieran en su mente las luces de un futuro increíblemente lejano pero inevitable.
Aquellas luces se encenderían a pesar de todo. A pesar de su aparente inutilidad. A pesar de la opresión. A pesar de que las pisoteasen. Y a pesar de que no le hicieran falta a nadie en el mundo, y de que todo el mundo estuviera contra ellas. A pesar de que en el mejor de los casos solamente pudieran contar con un desdeñoso y perplejo sentimiento de lástima.
Aquellas luces no sabían aún que el futuro les pertenecía, que el futuro era imposible sin ellas. No sabían que en aquel mundo de horrendos fantasmas del pasado ellas eran la única realidad del futuro, que ellas eran como el fermento o la vitamina del organismo de la sociedad.
Si se destruye esta vitamina se inicia el escorbuto social, se descompone la sociedad, se debilitan sus nervios, sus ojos pierden nitidez y sus dientes caen, Ningún Estado puede desarrollarse sin el apoyo de la ciencia, porque sería destruído por los estados vecinos.
Sin el arte y la cultura general el Estado pierde el sentido de la autocrítica y comienza a estimular tendencias erróneas, engendra a cada paso hipócritas y desechos sociales, fomenta en los ciudadanos el utilitarismo y la presunción, y, en definitiva, acaba también siendo víctima de sus vecinos más cuerdos.
Se puede perseguir cuanto se quiera a los intelectuales, prohibir la ciencia, destruir el arte, pero más tarde o más temprano hay que hacer marcha atrás y, aunque sea a regañadientes, abrir paso a todo aquello que tanto odian los zoquetes ignorantes que ansían el poder. Y por mucho que desprecien el saber, esa gente gris que detenta el poder no podrá hacer nada frente a la objetividad histórica, mejor dicho, podrá frenarla pero no detenerla.
Aunque desprecien y teman el saber, no tendrán más remedio que llegar a estimularlo para poder mantenerse en el poder. Y entonces tendrán que permitir las universidades y las sociedades científicas, tendrán que crear centros de investigación, observatorios y laboratorios, tendrán que formar cuadros de hombres inteligentes y sabios, hombres que quedarán fuera de su control, hombres que tendrán una psicología completamente distinta y unas necesidades totalmente diferentes, y estos hombres no podrán existir y mucho menos obrar en el antiguo ambiente de la baja codicia, chisme de cocina, presunción estúpida y necesidades puramente carnales, sino que necesitarán un ambiente totalmente nuevo, un ambiente con conocimientos generales y universales empapado de afán creador, necesitarán escritores, pintores, músicos, y la gente gris que esté en el poder tendrá que hacer estas concesiones. Y si alguno se resiste será barrido por un oponente más astuto en la lucha por el poder.
Pero el que haga estas concesiones cavará su propia sepultura, en contra de su voluntad, pero inevitable y paradójicamente, puesto que no hay nada tan mortal para los egoístas ignorantes y fanáticos como el desarrollo cultural del pueblo en todos los terrenos, desde la investigación en el campo de las ciencias naturales hasta las aptitudes para comprender y deleitarse con la buena música.”
El texto anterior está extraído del libro “Qué difícil es ser Dios”, de los autores rusos Arkadi y Boris Strugatski, publicado en 1966.
El argumento central es el siguiente: la civilización terrestre ha extendido sus dominios a otros planetas del universo, y se ha formado un imperio. Pero no existen intenciones de conquista sobre otros planetas “atrasados” del universo. El gobierno de la Tierra envía exploradores a estos planetas para que contribuyan (de incógnito) con el desarrollo de esas humanidades atrasadas. En este caso, el nivel de los habitantes de este planeta es aproximadamente el que había en el nuestro en la edad media. Y el “Trabajo” es muy difícil…
Pero no puedo evitar hacer relaciones entre este texto y la mirada que solemos tener los humanistas respecto de la gente que nos rodea en este siglo XXI tan conflictivo y determinante. Sobre todo si uno considera el tipo de personas que atrae la atención y convence con fines electorales. Es casi imposible no pensar que entre nosotros, humanos en este momento y en este lugar, hay demasiada gente atrasada. Gente que parece que no piensa. Que son parecidos a lo que relata el texto.
Y a pesar de eso TENEMOS que tener fe en el proceso humano. No hay otra postura coherente con lo que pensamos, y con lo que hemos hecho.
A pesar de eso es sin duda parte de una mirada humanista el pensar que todo ser humano, pero TODO ser humano, es portador de una chispa de conciencia e inteligencia. Y que pase lo que pase, en algún momento se iniciará una reacción en cadena, y algunos comenzarán a despertar y a despertar a los demás.
Aún en los momentos más aciagos de nuestro infortunio, como diría el Maestro Silo, esa esperanza en el futuro luminoso de la humanidad tiene que abrirse paso. Porque eso es lo que nos muestran los estudios sobre la evolución del Universo en apoyo de la vida.
Esos estudios demuestran que el desarrollo de la vida, y su consecuencia inevitable que es el surgimiento de una conciencia creciente, son parte del plan del universo.
Podría ser que el plan no alcance a cumplirse en algún pequeño rincón de la galaxia, pero eso obviamente no puede alterar el plan del universo en su totalidad.
El universo -que está muy “vivo”- siembra de vida miles de millones de planetas en su inconcebible vastedad.
Y crea condiciones para el desarrollo.
Y espera…
Daniel León
Centro de Estudios Humanistas Rosario
Noviembre del 2023