En Octubre de 2024 el Maestro Daniel León presentó este nuevo aporte durante la reunión semestral de Escuela
Precisiones sobre el psiquismo y la posible existencia de un Yo esencial
1- Relación entre sentidos, conciencia y memoria
Conocemos aquella definición de “conciencia” según la cual, llamamos “conciencia” a ese aspecto del funcionamiento psíquico que relaciona los datos de los sentidos con los datos de la memoria. La noción de “conciencia” parece haber surgido como una abstracción derivada de la observación del funcionamiento psíquico humano. Su base física se encuentra en el cerebro, especialmente en las redes corticales.
De la misma definición surge que la conciencia no puede existir sin los sentidos y tampoco sin la memoria. Sentidos, conciencia y memoria forman una estructura que permite conocer aspectos fundamentales del mundo en que se desarrolla el ser viviente. Su función es percibir, interpretar y registrar el medio en el cual vive el ser en cuestión.
2- La estructura del psiquismo
Es importante comprender que el psiquismo humano es una estructura de múltiples niveles. Si colocamos imaginariamente en la cúspide a la capacidad observadora y reflexiva de una conciencia despierta y sin ensueño, capaz de acceder a ideas y comprensiones, veremos que ante la necesidad de expresarse en el mundo esta conciencia deberá apelar necesariamente a escalones inferiores de la jerarquía donde las acciones se ejecutarán de manera un tanto más automática. Cuanto más bajo es un nivel, más automático es su modo de funcionamiento.
Pongamos un ejemplo. Un estudioso de cierto tema desea expresar el resultado de sus investigaciones ante un grupo de especialistas como él. Este señor tiene en su mente una idea de lo que quiere decir, pero aún no sabe cómo decirlo. El “cómo” es importante en este caso, pues puede marcar diferencias en la aceptación o rechazo de su idea por parte de la audiencia. El investigador prueba ciertos esquemas a modo de borrador y genera un primer “esqueleto” de lo que será su conferencia. Luego, cada uno de los puntos que integran el boceto inicial debe ser desarrollado “hacia abajo” con frases y palabras cada vez más concretas, hasta que se obtiene el texto completo de la charla en cuestión. La idea original ha quedado expresada mediante un conjunto de frases y palabras. El proceso de creación del texto va desde lo más amplio y abstracto del psiquismo hasta lo más concreto y limitado.
Ahora los oyentes deben efectuar el proceso inverso para acceder a la idea original. Partiendo de la recepción cuasi mecánica de las palabras deben ir ascendiendo en la jerarquía psíquica hasta lograr comprender lo que se les quiere transmitir. Por supuesto, todo lo anterior requiere de aprendizaje y entrenamiento en cada uno de los escalones del proceso mencionado.
Todo lo que pasa en el psiquismo humano presenta esta jerarquía de múltiples niveles. Tal vez no sea excesivo poner otro ejemplo. Un hombre ha comprado un auto y ha hecho un curso de manejo. Ha aprendido a conducir. Al principio el aprendizaje le resultaba dificultoso, y debía prestar atención a cada movimiento. Pero luego de un tiempo los distintos aspectos del manejo se fueron automatizando dejando a la conciencia con energía libre. Ahora nuestro amigo puede conducir atento a las circunstancias del tránsito mientras las partes automáticas de su psiquismo mueven al cuerpo de acuerdo a las necesidades del momento. Pero ¿qué pasa si de repente se cruza un perro en el camino? Esto es algo que el “piloto automático” no puede resolver. Entonces el control pasa automáticamente a un nivel superior de la jerarquía, y nuestro amigo, conscientemente, tendrá que evaluar rápidamente la situación para ver si puede frenar o si será muy peligroso hacerlo. El “piloto automático” necesita que le digan qué hacer en un caso como este. El sólo sabe manejar…
3- Agencias de procesamiento de los datos sensoriales
En el ser humano, los datos provenientes de los sentidos sufren numerosos procesos de transformación antes de ser “presentados” a la conciencia.
A medida que la información sube de nivel, se produce un proceso de abstracción, en el que actúan diferentes “filtros” y “rastreadores”, cuya función es eliminar información innecesaria y efectuar ciertas operaciones a fin de lograr una “imagen del mundo” acorde con los intereses y necesidades del individuo.
Centremos ahora nuestra atención en el proceso de conocimiento del ser humano. Los sentidos envían una multitud de sensaciones hacia la corteza cerebral. Esa información es filtrada, decodificada, analizada, etc., hasta que se convierte en un mensaje con significado. Estas operaciones, la mayoría de las cuales realizamos inconscientemente, son llevadas a cabo por una completa jerarquía de “agencias de proceso” construidas dentro del aparato de la percepción.
En el primer nivel, hay un filtrado de las sensaciones que son irrelevantes para la actividad en que se está, o para los intereses del momento. Por ejemplo, ahora no tomamos en cuenta la sensación de presión de nuestra espalda contra la silla. El ojo y el oído están también equipados con elementos discriminadores automáticos para esta función.
En el segundo nivel tenemos una serie de mecanismos llamados “habilidades de la percepción”, reglas de juego que nos permiten obtener un significado dentro del cambiante mosaico de las percepciones.
Existe, por ejemplo, el mecanismo llamado “fenómeno del tamaño constante”, mediante el cual hacemos abstracción de la diferencia de tamaño que presenta a nuestro ojo un objeto, según esté más cerca o más lejos en un momento dado. Esto hace que el objeto aparezca como de tamaño constante. El mecanismo se puede observar con claridad comparando nuestra percepción visual con la imagen que nos muestra una fotografía. No sólo el tamaño, sino también la forma y el color de un objeto cambian para la retina a medida que éste se desplaza por la habitación. No obstante, el objeto es reconocido como “el mismo”. Allí están actuando los mecanismos mencionados.
Estos mecanismos pueden modificarse por medio del aprendizaje: en un experimento de laboratorio, se dota a algunos individuos de anteojos que le dan una visión invertida del mundo, incluyendo su propio cuerpo. Al principio, los sujetos no logran ubicarse ni caminar, pero al cabo de unos días se habitúan a vivir en un mundo “al revés”, y funcionan normalmente. El problema aparece nuevamente cuando se quitan los anteojos. Estos mecanismos de la percepción funcionan de manera cuasi-independiente, como estructuras funcionales, jerárquicamente ordenadas a lo largo de los entrelazados árboles del sistema nervioso.
El próximo escalón (superior) en la jerarquía nos lleva al reconocimiento de patrones. Si escuchamos una orquesta sinfónica, con más de cincuenta instrumentos, podemos distinguir entre ellos el sonido de un violín, un cimbal, etc. Lo extraordinario es considerar que en cada instante, la señal que llega a nuestro oído no es más que una cierta presión de aire. Esa presión varía en el instante siguiente, y así se constituyen las ondas sonoras. Se trata de una información secuencial o serial (de una variable simple), de modo que para poder discriminar y reconocer el patrón característico de uno o mas instrumentos, así como el de la melodía que se está ejecutando, debe existir un aparato integrador en nuestro psiquismo.
El mismo aparato integrador nos permite reconocer el lenguaje hablado. Cuando escuchamos a alguien que nos habla, con frecuencia debemos esperar que termine de expresar una determinada frase, para comprender su significado. Las palabras llegan una tras otra, y recién se comprende su sentido cuando se integran en una unidad mayor, que es lo que llamamos “frase”.
Observen esta curiosa situación: alguien nos dice algo, pero en ese momento estamos ocupados mentalmente en otra cosa. Interrumpiendo brevemente lo que estábamos haciendo, con un pequeño esfuerzo podemos recordar cuáles fueron las palabras. Las palabras son expuestas nuevamente ante la conciencia, y en este segundo momento esta logra rescatar su significado. El trabajo de integración mostrado más arriba ha llegado hasta el nivel de las palabras, y ese fue el registro que se grabó en primera instancia. Luego, ascendiendo un escalón más y llegando al nivel de la conciencia, se logra comprender y grabar el significado que contenían esas palabras.
Otro tanto sucede con el reconocimiento de las formas visuales. Hay una actividad integradora que funciona en varios niveles, percibiendo primero formas sencillas como lazos, triángulos, rectas, etc., y luego integrando sus relaciones. De este modo se puede reconocer una letra “f” (o cualquier otra) aunque sea escrita en formas diferentes.
En la actividad del ojo hay siempre presente un fenómeno de “rastreo” del campo visual. Esta actividad implica una traslación de información espacial en una secuencia temporal que viaja al cerebro a través del nervio óptico. Pero a diferencia del oído, en el caso visual, la información llega al cerebro por múltiples conexiones neuronales que trabajan en paralelo.
Seguramente existen numerosos mecanismos de “formateo” de la información sensorial que no estamos consignando aquí. Lo importante es que en determinado momento la información llega al más alto nivel de abstracción que es el de la conciencia. Es allí donde la información es cotejada con un amplio campo de datos existente en la memoria, para terminar de configurar el objeto en cuestión.
Resumiendo: hay un procesamiento previo automático e inconsciente de la información y luego una operación estructuradora (donde interviene la memoria) que da como resultado la presentación de un objeto del mundo ante la conciencia. Aparece un objeto, que puede ser conocido o no. Se lo conoce por primera vez o se lo reconoce como algo ya visto.
4- Relaciones entre conciencia y memoria
Siguiendo con el proceso que venimos describiendo, si el objeto se reconoce como ya existente en memoria, se lo incorpora al cuadro de objetos del mundo presentes en el momento, y el proceso de percepción finaliza.
En cambio, si el objeto es reconocido como “algo nuevo”, se lo guarda por primera vez en memoria, y luego se desata un nuevo proceso de cotejos y comparaciones motivado normalmente por la intención de la conciencia de comprender mejor la naturaleza de este nuevo objeto que ha aparecido en el mundo.
Pero es importante entender que recién cuando se produce la primera estructuración de este nuevo objeto es cuando se produce su primer grabación en memoria. Antes de esa primera estructuración el objeto no existía para la conciencia, y tampoco para la memoria, pues sólo se graban en memoria los objetos que han sido estructurados por la conciencia.
Lo anterior puede comprenderse recurriendo a la propia experiencia: todo lo que recordamos resulta conocido para nuestra conciencia. Si no fuera así, llegarían a nuestra conciencia proveniente de memoria datos que no podríamos reconocer. Objetos nunca percibidos, que no sabríamos “qué son”. Nada de eso sucede en nuestra experiencia. Frecuentemente hay dificultades para recordar sucesos cotidianos. A veces uno no recuerda por la noche qué comió al mediodía, y cosas así. Pero cuando se recuerda algo, siempre es algo familiar, algo conocido. No se recuerdan cosas desconocidas. Porque todo lo que es posible recordar, ha pasado antes por la conciencia.
5- La estructura conciencia-memoria
Si se define a la conciencia como un “sistema” que relaciona los datos de los sentidos con los datos de la memoria, es evidente que para que esto exista y funcione como tal, es necesaria la concurrencia de los tres factores mencionados. No puede haber conciencia sin sentidos y sin memoria. No obstante, es claro que una memoria “cargada” con datos de toda una vida podría, por un tiempo, “alimentar” de datos a la conciencia, en forma de representaciones (¿será esto lo que sucede en el momento posterior a la muerte física?). Estas representaciones que llegan a la conciencia pueden ser objeto de cotejo con otras representaciones y también pueden ser objeto de múltiples transformaciones por parte de la conciencia, dada su capacidad imaginativa y plástica. Luego esas representaciones transformadas se guardarán en memoria, con lo cual se comprueba que aún en ausencia de percepciones puede continuar la dinámica en la estructura conciencia-memoria.
En todo caso queda claro que no es posible separar los entes “memoria” y “conciencia”. Pueden imaginarse, y de hecho existen (en las computadoras y en otros dispositivos tecnológicos) memorias desprovistas de conciencia, es decir, simples archivos de datos, pero no pueden existir conciencias sin memoria. La conciencia funciona siempre en base a registros. Aún los fenómenos supuestamente “presentes” son percibidos por grabaciones muy recientes. Se estructura un objeto y se guarda. Eso es el presente. Un pasado inmediato.
Así que el psiquismo es, siempre y básicamente, un sistema de sentidos y un aparato de cómputo y archivo. A este aparato de cómputo (o proceso) y archivo le podríamos llamar “estructura conciencia-memoria”. Es un todo indivisible. Esta estructura cumple funciones de proceso de datos por una parte, y de archivo de datos por la otra. Llamamos conciencia a la parte que procesa datos, y memoria a la que almacena. Es una división didáctica, podríamos decir.
6- Estructuraciones y grabaciones
De acuerdo a lo anterior, cada vez que se estructura un objeto por medio de un acto de conciencia, ocurre una grabación en memoria. Y cada vez que ocurre una grabación en la memoria, es porque ha habido un acto de estructuración en la conciencia. Pero siempre puede suceder que pasado un tiempo sea imposible o muy difícil la rememoración del registro ocurrido en su momento. A veces, en situaciones traumáticas, se producen bloqueos en ciertas áreas de la memoria. Por otra parte, la memoria sigue un proceso de eliminación progresiva de los detalles de todo suceso, del cual poco a poco sólo va quedando la significación general que este tuvo para la conciencia. Si leemos un libro, o vemos una película, al poco tiempo sólo recordamos los lineamientos generales del argumento. Salvo el caso de sucesos que se viven con una fuerte carga emocional, todo en la memoria sigue este proceso de simplificación o abstracción.
Veamos otro ejemplo: todos sabemos que nuestro país tiene determinada geografía, ríos, planicies, montañas, etc. Pero ¿cómo fue que llegaron esos datos a nuestra memoria?¿Cuáles fueron las circunstancias en que adquirimos esos conocimientos? Podemos suponer que fue en la escuela primaria, pero las circunstancias precisas que se dieron cuando por primera vez estudiamos eso, han desaparecido de nuestra memoria. Queda el dato, pero no la circunstancia en que accedimos a él. La memoria sufre un proceso de abstracción. Se fija lo más importante, y lo demás se va olvidando.
Por otra parte, como ya hemos descrito en otro lugar, la conciencia no funciona en un modo “suave y continuo” como podría suponerse, sino que emite actos de estructuración a razón de decenas por segundo, todo de manera automática. Esto le permite mantener una visión actualizada de lo que ocurre a su alrededor. El proceso depende de las necesidades del momento, pero siempre siguiendo la secuencia estructuración-grabación, y luego reconocimiento o indagación.
7- Estructuraciones en estados alterados de conciencia
Ya hemos mencionado que, en condiciones normales, los recuerdos son siempre de situaciones conocidas. Son objetos que la conciencia reconoce, pues ella misma fue la “madre” de tales objetos.
Pero hay una excepción a esta regla: hay recuerdos que resultan extraños para la conciencia. Son objetos estructurados en estados de conciencia alterada. Por ejemplo, recuerdos de personas que han estado muertas por breves períodos de tiempo y han sido resucitadas. En esos casos puede suceder que la persona recuerde que le pasó algo extraordinario, tan extraordinario que ni siquiera puede comprender o definir qué fue. En general la persona se siente sorprendida por el hecho de recordar algo que no puede comprender. Ese registro de sorpresa denota que en esos casos excepcionales la conciencia se encuentra ante un fenómeno que no es habitual.
Son recuerdos que no se pueden comprender y por supuesto tampoco se pueden describir. Lo mismo puede suceder bajo el influjo de drogas, o en ciertas experiencias místicas. En todos estos casos, también se han grabado en memoria objetos estructurados por la conciencia, pero por una conciencia con una estructura diferente de la habitual. Esos objetos extraños no pueden ser reconocidos por la conciencia en estado normal. La conciencia en estado normal quisiera comprender todo aquello, y quisiera poder comunicarlo a otros. Pero no puede. Sólo puede recurrir a una especie de traducción, o interpretación de segunda mano. Ese proceso de traducción puede llevar cierto tiempo, en ocasiones meses. También puede suceder que ese proceso de traducción nunca ocurra, o que se manifieste y exprese por medio de formas artísticas.
Aparentemente, estos son los únicos casos en que llegan de la memoria datos irreconocibles para la conciencia en estado normal.
8- El Yo esencial
Según David Chalmers el problema de la conciencia es “un problema difícil”. Roger Penrose, tomando como base el teorema de Gödel, afirma que la conciencia “no es computable” que es como decir que no estamos en condiciones de comprenderla. Y salvo los cultores de la Neurociencia, que creen que lograrán explicar el funcionamiento de la conciencia “en poco tiempo” (aunque ha pasado cierto tiempo y tal cosa no ha sucedido), hay en general en el ámbito científico una clara incapacidad para dar cuenta de cómo es que se manifiesta ese fenómeno de la conciencia. El problema fundamental es que no se entiende cómo puede el sistema nervioso dar origen a algo como la conciencia. La conciencia pareciera ser algo inmaterial, como si fuese una entidad de otro nivel de existencia. La misma presunción tuvieron los investigadores de la física cuántica en la primera mitad del siglo XX, y en particular el matemático John Von Neumann, quien propuso que la conciencia está fuera del mundo físico, y que es necesaria su participación para que el mundo asuma una forma definida. Extrañamente, a partir de ese momento aparece la conciencia como algo que participa en la creación del mundo. Otro caso interesante: Wilder Penfield, célebre investigador del cerebro de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado, escribió un libro llamado “El Misterio de la Mente”, donde afirma, basado en su experiencia, que existe una clara distinción entre la mente y el cerebro. Según Penfield, el funcionamiento del cerebro no puede explicar por sí mismo cómo es que se produce la aparición de esa cualidad tan especial y tan propia de cada quien que solemos llamar “conciencia”.
Entonces, vistas estas dificultades, en ciertos círculos ha surgido la idea de que debe existir una especie de “Yo esencial”, un observador que estaría “detrás” de las percepciones habituales y que sería “el verdadero ente sensible” en las percepciones de la conciencia. Por supuesto, este Yo esencial es perfectamente asimilable al antiguo concepto de “alma”, y también se lo puede aludir con otros nombres, como “Yo profundo”, “Yo real”, “Mente”, etc., y hay incluso quienes se refieren a “Eso” con el término de “lo innombrable”, o “lo que Es”, etc., etc.
Por supuesto, salvo que uno tuviese una experiencia muy particular, todo esto no saldría del campo de las especulaciones y las creencias. Pero supongamos en principio que fuese algo real, tan real como nuestra propia existencia. Supongamos por un momento, que existe en cada uno de nosotros un Yo esencial.
Primera pregunta: estos Yoes esenciales ¿serían todos iguales? La pregunta surge porque lo que diferencia a los seres humanos, esencialmente, son las diferentes configuraciones de sus respectivas conciencias, y esto puede tener que ver con factores genéticos, pero más tiene que ver con el tipo de vida que le ha tocado a cada uno. El momento histórico, la educación recibida, los valores, las creencias, etc. Todos estos factores aparentemente accidentales establecen diferencias entre los seres humanos. Pero si por algún procedimiento los seres humanos pudieran comenzar a profundizar en su conciencia, observando por ejemplo los mecanismos básicos, y las acciones de la conciencia más que los objetos a los que estas acciones se refieren, estas diferencias comenzarían a desaparecer. Estaríamos contemplando un aspecto muy esencial de nosotros mismos, un aspecto en el cual todos nos parecemos. Todo esto nos podría llevar a pensar, o a suponer, que estos “Yoes esenciales”, en caso de existir, deberían ser muy similares. Algunos incluso sostienen que en realidad habría una única entidad, una especie de conciencia universal, y que la creencia en nuestra “individualidad” no es más que una ilusión.
Pero entonces, si llegado el momento de la muerte, todos se despojan de sus diferencias, y habiendo llegado a un mismo estado esencial, “olvidan”, por así decir, todo lo vivido, ¿cuál sería el sentido de dichas vidas? ¿Cuál sería el sentido de una vida que no deja ninguna consecuencia? En ese caso, daría lo mismo “ser derecho que traidor”, como decía Discépolo. “Todo es igual, nada es mejor…” No parece coherente. ¿Cuál sería el sentido de la vida? Sería como decir que todo termina con la muerte. Frente a esta disyuntiva, Silo ha dicho “No es indiferente lo que hagas con tu vida”. Realmente, si aceptamos la hipótesis del Yo esencial, lo que parece tener sentido, es que la vida sea una especie de escuela adonde venimos a aprender. Algunos aprenderán mas y otros tal vez no tanto. Termina una vida y algo tiene que haber pasado con ese Yo esencial. No puede quedar igual a como era cuando “se vistió” con ese cuerpo en el momento de nacer. Algo habrá aprendido, en algo se habrá equivocado… Estamos a punto de caer en la reencarnación ¿verdad? Pero no necesariamente: si esos Yoes esenciales continúan existiendo luego de la muerte física, podrían encontrarse en algún otro tipo de mundo, donde tal vez puedan seguir aprendiendo sin necesidad de regresar a este.
De todas maneras, ¿qué cosas tendríamos que aprender? Seguramente muchísimas cosas, pero en principio señalemos un par de ideas que incluyen a muchas otras en su interior. Por una parte, hay que aprender a preservar e incrementar la unidad interna. No hay “ser” sin unidad interna. Todo ser tiene algún nivel de unidad interna. Si pierde por completo su unidad interna desaparece, se desintegra, deja de existir. La otra cosa que hay que aprender, o que hay que descubrir, es el modo de ampliar nuestra comprensión de lo que vamos experimentando en el proceso del vivir, que es como decir que debemos aprender a incrementar el alcance de nuestra conciencia. Y estas dos direcciones mentales, la búsqueda de la unidad y la comprensión, son universalmente válidas para todo mundo y para todo ser, independientemente de la existencia o inexistencia de ese escurridizo Yo esencial. Porque aún cuando no hubiese una subsistencia individual después de la muerte física, las acciones llevadas a cabo durante la vida constituyen una influencia que se continúa en la vida de los demás. Esa contribución al proceso general de la vida, por pequeña que sea, no desaparece jamás, y es una forma de trascendencia que ya tenemos asegurada, por el simple hecho de haber existido.
9- Comentarios finales
Habiendo leído este ensayo, no ha faltado quien señale que aquí no se está diciendo nada nuevo. Y es posible que así sea, en realidad. Pero, de todos modos, estamos llamando la atención sobre un hecho que habitualmente no se menciona: que todo lo que llega a la memoria ha pasado antes por la conciencia. Nuestra memoria es el registro de lo vivido, y lo vivido ha sido siempre vivido y experimentado, por nuestra conciencia. Por nuestra particular forma de percibir el mundo, y por la particular forma de acompañar esas percepciones con sensaciones, emociones y demás registros internos.
La memoria juega un papel esencial en la construcción de nuestra individualidad, porque somos quienes somos, por lo que hemos hecho y por lo que hemos vivido. En esta vida y en vidas anteriores, si las hubo. No hay dos vidas iguales, y es por eso que la experiencia de vivir nos constituye y nos hace únicos, irrepetibles en el universo infinito. No puedo ir más allá de la creencia, pero creo que los “Yoes esenciales” existen, y no son todos iguales. Creo que siguen un proceso de evolución como todos los demás seres del universo. La “naturaleza” del Yo esencial parece pertenecer a un ámbito desconocido, más allá del espacio y el tiempo. Otro mundo, como decía Platón.
Ese Yo esencial que nunca se muestra, pero que está siempre detrás de lo percibido, parece ser precisamente quien pone el sentido en las construcciones de la conciencia.
Daniel León
Octubre 2024
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